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miércoles, 9 de julio de 2008

Mujeres en tránsito

Mujeres en tránsito

Serie: ESCENAS DE CIUDAD

Ciudad Escenario: Medellín, Colombia

Primera Escena

Aleida es una costeña de racamandaca.

Liberal y liberada, aprendió desde niña a ignorar chismes y rumores.

A sus cuarenta y tantos conserva un cuerpo que cualquier adolescente sueña.

Se maquilla acentuando su nariz y sus pómulos y su labial es de tonos rojos, rosas o violetas, lo que resalta su personalidad apasionada.

Camina con contoneo de mujer coqueta y siempre culiparada.

Habla con voz pausada y oblitera su acento con expresiones muy paisas.

De su exmarido le quedó su posición social y el recuerdo de un gélido desempeño sexual que nunca equiparó su naturaleza volcánica.

Ahora busca hombres apasionados, preferiblemente divorciados y maduros.

Cayó en las garras de Felipe, un adolescente de 47 años, típico depredador sexual que vive su segunda adolescencia brincando de cama en cama y de década en década.

Él le propuso que fueran una pareja abierta y ella aceptó con la ilusión de enamorarlo con sus encantos y hacerlo cambiar de opinión.

Ella en el fondo sabía que él nunca iba a renunciar a su harén ni a sus ansias de reafirmar aquello de que “entre más canas, más ganas”.

Él se la gozó y agregó algunos capítulos a su diario de Casanova. Ella se empezó a enamorar y se alejó para no terminar siendo otro pedazo de carne.

Ahora la podés ver en los casinos o en las más exclusivas boutiques de los centros comerciales, en tránsito hacia un hombre maduro y serio que quizás sólo exista en su utopía de mujer ardiente.

Segunda Escena

Cristina es la típica mujer escurridora que te divierte con su cinismo y desfachatez.

Tiene un principio de realidad tan fuerte que te quedás preguntándote si es una armadura o simplemente un signo de una personalidad realista y equilibrada.

Siempre tuvo claro que entre soltera y solterona había muchos hombres de diferencia.

Por eso guardó debajo de la cama la decencia y se empezó a poner minifaldas a los catorce para irse a bailar y brinconear en las chiquitecas de su barrio.

Habla de su primera vez como si fuera un muchacho que presume de ello y saborea cada palabra cuando nos dice medio murmurando: “y me hizo venir!”.

Cambió al hombre de sus sueños por el barrigón de sus pesadillas.

Hoy le apuesta a que su esposo se aburra de sus costosos antojos o de sus infidelidades.

Mala suerte. El tipo está más encoñado que soldado de sirvienta tetona.

Ella no lo quiere pero lo disfruta y lo escurre, literalmente, porque dice que su gordo no solamente le encontró el punto G sino que ya hasta le exploró el paralelo Z.

Empero, Cristina también saborea cuanto ejecutivo desparchado encuentra en los bares de los hoteles de cinco estrellas, en tránsito hacia una galaxia repleta de hombres ricos y ganosos.

Tercera escena

Eliana se cansó de esperar a “Mister Right” y empezó a conformarse con “Mister Right Now!”.

El príncipe azul se le volvió viejo verde y canjeó las zapatillas de cristal por unas buenas prótesis mamarias que la hacen sentir como toda una reina.

Ha estado en todos los grupos de “solos y solas” y ha chateado con toda clase de pervertidos. Hasta se fue a Bogotá un fin de semana para conocer a un ciber-amante que, según ella, le resultó “tamal sin carne” y la dejó iniciada.

Es promiscua por naturaleza y selectiva por recomendación de sus amigas.

Mira a los hombres de pies a cabeza y a todos les hace la ecuación de la colegiala.

Jamás sale a la calle sin maquillarse ni se pone chaquetas o sacos por mucho frío que haga afuera. Arguye que opacarían su “pechonalidad”.

Intenta posar de intelectual y termina posando con una flexibilidad memorable.

Le encanta jugar a la botella y asegura que nadie baila como ella.

Sigue apostándole a los gringos ilusos que vienen por estos lados buscando esposa bajo la premisa de que las latinas son hacendosas y casi tan sumisas como las asiáticas.

Se ha apuntado a mil cursos de francés que nunca aprendió pero se empezó a sentir francófona cuando memorizó la frase “voulez vous coucher avec moi?”.

Se pavonea por los sitios más exclusivos en su Volkswagen último modelo, en tránsito hacia una autopista donde lluevan hombres todo terreno y el límite de velocidad sean sus combustibles ganas.

© 2008, Malcolm Peñaranda.

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